5 abr 2009

Va de Amarillo Nápoles Rojizo.


No sé ya ni lo que suena. Esto es un galimatías sonoro, casi. Se mezclan las olas, las gaviotas, con esta mujer; y aquí no nos entendemos. Es tiempo del color de la vid, del de tu chaleco. Otros menesteres que se forman en torno a él por obra y gracia del cuento, también están en su tiempo, en su ‘¡Evohé!’.

Fue llegar y respirar la costa, el mar, el sitio donde se inspiraba, y necesitar de ello. Mirar, aunque fuera un rato, aquel horizonte, que parece que no termina nunca en nada concreto sino en otra mirada que se cruza hacia nosotros. Fue ese instante. Fue eso, y fue todo lo demás. Fueron recuerdos, carcajadas descompensadas, y un soplido al oído, con el que se dio cuenta de que deliraba (de pensar) y despertaba (de soñar).

Olía a óleo, a lienzo y a aceite de trementina (del bueno). Incluso casi podía oír el raspar de la paleta en la madera, el frotar de los pelos del pincel sobre la tela. Y olía a aguarrás. Parecía que menguó por un momento. Ese soplido… Un recuerdo cualquiera, que no fuera de otro tiempo que el de este mundo.

Ahora, ¿qué querrá Julio o Agosto? Sólo sé lo que quiere Septiembre.

2 comentarios:

  1. ¿Tantas sensaciones en un mismo lugar? Me aterra y me encanta :)

    Muak!

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  2. A veces, sea por los problemas del presente o las ansias de saber lo que nos espera, miramos demasiado hacia el futuro, ese horizonte que nunca termina.
    Por otro lado los recuerdos del pasado nos perturban desando que en el futuro se repita lo bueno y no vuelva lo malo.
    Eso conlleva perdernos las cosas de presente, es decir, el futuro que, en un tiempo anterior, anelábamos.
    Pinta ahora Manuel, dibuja ese horizonte que te evoca tu ifancia. No esperes a que llegue Julio, ve tu a Julio y trae ese futuro anelado al presente.

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