Si queréis creer que la Tierra es plana, yo pondré empeño en ser un Galileo, que no desista y no se retracte. No está mal del todo que penséis que es plana. Podré seguir disfrutando de la carcajada libre y dislocada, cuando se abra el telón y me enfrente al teatro en el que todos colaboramos con mucho ánimo, pero no precisamente de lucro. No sé si os pagarán.
Querer y no poder. Sentir que puedes y no estar dispuesto a que el busto de tu alma se rinda ante cualquier achaque, o le de por tallar de nuevo su imagen en el hito de cualquier frase sin sentido; como ésta. Un sinfín de sinsentido, que viene siendo ya tradicional. La negación a la “pe entonces qu” y la frustración de un sentido poco común, aunque comúnmente defendido por aquellos que se creen que pueden hacer uso práctico de él.
Hoy las reflexiones parecen ser todas como la aguja de una brújula que tiene por norte un monotema. Un algo latiente y con potestad suficiente como para hallarse en el centro.
La clave está en caminar hacia atrás. En ver y entender la historia como uno mismo pueda llegar a verla y entenderla, posicionándose meramente en sí mismo; e ignorar el palabrerío del vocal que la unidirecciona a su voluntad y antojo, y la doblega. Hallar en la razón el sentido de la aplicación de razonar. Intentar, ¿por qué no?, triangular de alguna forma el cuadrado. Maldecir la preponderancia de lo débil a lo fuerte y maldecir al paño tupido (aunque a veces traslúcido) con el que se cubrió lo bueno. Ese paño al que la masa tiende a aferrarse, por miedo a la precipitosa y precipitada caída al vacío. Estaría bien quitarse el figurín de la cabeza. Tú el tuyo y yo el mío. Quitárselo, salir de la caverna y no impresionarse.
A veces la verborrea sobre la verborrea de los demás, es casi la mofa de un empleado a un jefazo o la de un niño a su molesta niñera. ¡Y pensar que en un tiempo me pudo haber interesado lo que pasaba por el axón de la neurona del de enfrente! Ser, estar y parecer. Otra vez. Me quisiera imaginar, aunque sea de vez en cuando, algo menos predicativo y dejarle algo al complemento directo.
Poder ver en una sílaba un mundo, y en una palabra el reflejo de un universo entero creado más que nunca a nuestro deleite, como si por un momento fuéramos los dueños de la cruz que sostiene los hilos. Aunque a veces aburra la batuta, por pecar de insonora. Aún así, hay que vencer el aburrimiento del precepto, y preferir la moto al coche; y más al tranvía o al autobús. Además, has de saber que puedes manejar, aunque sea con cierta turbulencia y turbia soltura, más tiempos verbales que los repetidos infinitivos.
De vez en cuando también viene bien ser el soldado que marca con su paso izquierda – derecha, cuando el resto de la formación marca derecha – izquierda. Ser el solista que toca sobre Mi bemol, cuando la orquesta te acompaña en Do. O ser una puerta sin umbral, y con un tímido alféizar.
Y bueno, inmerso en un terreno que tiene por herencia un intento desamortizador de la censura y la represión, más vale abrir los ojos y salir con el gesto pleno y de regocijo. Parece que hay días a los que también enseñaron a sonreír. ¿Qué mirará con tanto descaro? La gente y sus prisas. Y yo siendo un fénix . . .