6 may 2010

Little earthworm


Inciertos son los vientos que azotan ahora esta barca. Ignotos, sin norte, fríos a veces y cálidos otras, fuertes, veloces, vanos, necios, callados, pueriles quizá. Vientos que tratan de borrar el gesto aterrado de un iluso, obseso y enfermo ser. Pequeño, respira. Levántate, camina, respira y camina, hombre.

Era consciente de que sobrevivía en la suerte que ofrecen los raíles del tren. Se derrama en las mañanas, su hálito se convertía en banda sonora, sus horas en los pasos insaciables de Saturno hacia un hijo: fatídico pesar; estaba siendo castigado por nada, hipotecándolo todo y condenando lo más valioso que quizás tuviera. No le aterraba la desposesión del trono, sino su propia y poco suficiente incapacidad. Hilar con una rueca cuya polea era muda, ¿qué?: Learned helplessness… Da de lado tu repelente esfera negra almohadillada, licua el aire y nada.


Tú, pequeño, alza las piernas… desde aquí todo se ve grande, ya que soy lombriz de tierra. No te quedes en el arranque; arranca, sube, peldaños arriba, el descansillo, sigue, descolcha, quita el moho, barre, vislumbra el fanal, corre, disfruta, vive, llega, tócalo, llega… luego, si quieres, baja. Tranquilo, pequeño.

2 comentarios:

  1. y a volar...

    te quiero pequeño desastre.

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  2. El aire es tan cambiante como el destino de un ferrocarril, que perdido en su objetivo solo puede ir hacia delante. Deberíamos entonces aprender de esos aparatosos mecanismos y saltar más raíles de vez en cuando.

    No se cómo llegaste a mi blog, aunque yo haya llegado al tuyo gracias a eso. Ahora te añado a mis asiduos. Me ha gustado

    Un saludo!

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